The Princess And The Frog

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6 años tuvieron que pasar para que alguien en Disney se decidiera a realizar un proyecto con técnica de animación clásica, el temor por el rechazo o ser aplastados por la ola de 3D que azota el mundo cinematográfico eran las mayores causas. Y es que mirando los últimos movimientos de la empresa como fusionarse con Pixar, comprar a Marvel y eliminar a Miramax no hay que ser un genio para adivinar que simplemente la empresa se mueve para donde las tendencias se mueven y que todo aquello menos popular será descartado. Pues bien, los señores Ron Clements y John Musker fueron los encargados del proyecto, eso si bajo la batuta del ahora todo poderoso ejecutivo John Lasseter, creador de Pixar.

La historia es muy simple, una repetición de la historia de cualquiera de las otras chicas Disney: una joven de clase baja, con un gran corazón que lucha por cumplir sus sueños y que termina conociendo al amor de su vida (un príncipe que por hechizo se convierte en sapo) mientras sortea cientos de aventuras y lucha contra un malvado enemigo. Simple, ¿no?

Hay que ser honestos y decir que la historia además de simple es muy rosa, tal vez una de las más inocentes que he visto. New Orleans de principios del siglo 20 es el lugar en el que se contextualiza la trama utilizando todos los elementos más conocidos de su cultura negra, en especial la magia negra y la música Jazz. Es este punto el diferencial con otras historias similares, ya que la princesa Tiana se corona como la primera protagonista de raza negra que promueve Disney.

Sobre el estilo de animación, aunque en general es de técnica tradicional, utiliza, al igual que en Kungfu Panda, diferentes estilos dependiendo del contexto, siendo para mi la más espectacular la usada en las secuencias de Jazz. Y es que la música es la gran protagonista y la responsable que no nos venza el sueño debido a la extensa y totalmente innecesaria duración de la película en especial para un espectador de mi tipo que muy poco disfruto de los animales parlanchines y los ojos redondeados típicos de Disney.

Una cinta bonita pero poco trascendente, que sin embargo es un refrescante y original oasis en medio de ese cada vez más evidente desierto creativo dominado por nuestro amigo el 3D.

Sherlock Holmes

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Al parecer Guy Ritchie quería sacudirse de ese bloqueo creativo que mantuvo durante todos sus años de relación con la super estrella Madonna y es que Ritchie era lo más parecido a un músico de los que llamamos One hit wonder, que solo pegan una canción y luego se diluyen en el tiempo.
Pero Ritchie, fiel a su tradición de cineasta pendenciero volvió y esta vez nos trae una versión interesante pero subjetiva del detective Holmes. Y es que esta faceta del célebre personaje se parece más a una reproducción inteligente y un poco más sofisticada del personaje de Brad Pitt en cerdos y diamantes que a aquel personaje de la Inglaterra victoriana... Si es Sherlock Holmes pero con un nuevo lema: si no puedes resolver los crímenes con lógica resuélvelos sin camisa y a los golpes.

A mi modo de ver Guy fue muy sagaz o muy suertudo al lograr que fuera Robert Downey, Jr. quien se apropiara del papel, ya que realmente el peso de la trama lo lleva él y no solo eso sino que fue el responsable de dar veracidad a esta nueva etapa del personaje y digo nueva porque claramente pronto veremos por lo menos una secuela.

Y fuera de Downey que más hay? un buen ritmo, algo muy importante en una historia de misterios y detectives. El arte aunque a veces me parece sofisticado es muy bueno, e tono gris azulado es útil en la creación de una atmósfera londinense. Las demás actuaciones están bien sin ser nada del otro mundo, Jude Law luce apropiado como el doctor Watson pero también es muchas veces opacado por la versatilidad de Downey. De lo que si carece la cinta totalmente es de antagonistas, que según la tradición deben ser hombres tan o más inteligentes que el propio Holmes, pero la verdad fueron rivales aburridos y de segunda.

Lo que queda es la satisfacción de una historia refrescante y bien contada pero el temor de que la secuela esté a la altura del buen detective.

Zombieland

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Y ya para finalizar este terrorífico ciclo, una comedia de acción y zombies, la muy divertida Zombieland. La cinta es una burla a las películas de zombies, tal como lo fue la comedia británica
Shaun of the Dead (ambas diferentes y ambas entretenidas), y porque no un homenaje al cine cómico y de terror, sobre todo a los cazafantasmas.

El argumento es interesante pero nada del otro mundo, lo realmente hilarante son los pequeños detalles del guión, como la introducción de la cinta en la que el personaje principal, Colombus (Jesse Eisenberg) que narra como ha sobrevivido al holocausto zombie gracias a unas reglas que él inventó, también el que los personajes no tengan nombres reales, los diálogos inteligentes y genuinos, el look de Tallahassee (Woody Harrelson, casi recordándonos a Mickey Knox), los pequeños encuentros con zombies, la historia del primer contacto de Columbus con los zombies y de las estafas de Wichita y Little Rock, entre muchos otros.

Columbus, un inseguro y debilucho joven, ha sobrevivido varios meses el terrible holocausto zombie, gracias a un manual de reglas psicorígidas. Cuando decide ir a buscar a sus padres, se encuentra con Tallahassee un buscapleitos que odia a los zombies, juntos emprenderán un viaje en el que encontrarán a Wichita y Little Rock, dos hermanas estafadoras que siempre hacen quedar mal a los dos hombres y por su puesto deberán enfrentar a un montón de zombies hambrientos.

Sobre la producción es muy buena, la música, los escenarios y sobre todo la introducción son de gran factura. Las actuaciones caen muy bien en especial las de los actores masculinos, también es interesante ver a Abigail Breslin como una linda adolescente ya que hasta hace poco la recordábamos por ser la pequeña miss sunshine.

Litros de sangre, buena música, mucha acción, pero sobre todo montones de carcajadas es lo que nos deja esta película que hace un muy buen esfuerzo por entretener de forma diferente.