Requiem



La mayoría de críticos no aceptarían nunca que de dos películas sobre el mismo tema, la primera un thriller de terror y misterio americano y la otra una película dramática alemana con gran enfoque artístico, sea la primera mucho mejor que la segunda, esto pasa con The Exorcism of Emily Rose y Requiem.

Hans-Christian Schmid nos entrega esta ladrilluda historia que solo dura 90 minutos pero que se estira y se hace eterna hasta la desesperación del espectador. La cinta basada también en el exorcismo de Anneliese Michel nos cuenta la historia de Michaela Klingler, una muy hermosa joven alemana que ha sufrido toda su vida de una epilepsia progresiva y que a sus 21 años ingresa a la universidad y justo en su primer año de colegiatura la enfermedad que había sido controlada en casa se vuelve a desatar. Ella abandona el tratamiento médico debido a su ineficacia convencida de su posesión y comienza a ser tratada espiritualmente a través de exorcismos por dos sacerdotes.

Schmid trata de profundizar en el debate espiritual-científico, además de ubicar la cinta en un ambiente muy cercano al de la historia real con una ambientación estupenda de la Alemania de los años 70. El mayor acierto de la cinta es tal vez mostrar la intimidad de una joven muy religiosa que empieza a descubrir el mundo, el amor, la libertad, la música (por cierto una muy buena selección de rock de la época), pero que tiene que enfrentar socialmente sus problemas mentales. La cinta debate mucho sobre el aspecto médico de los sufrimientos de Michaela y sobre el conflicto moral que representa la seguridad de la casa vs. la libertad de crecer vs. su fanatismo religioso, pero es precisamente por lo largo de estos debates que básicamente la cinta se queda flotando en el nudo y nunca tiene un desenlace, es hora y media en la que se habla mucho pero al final no queda nada y para el espectador la cinta termina abruptamente, aunque la cadencia es tan lenta y falta de emociones que lo último que uno quiere es que dure más, además la técnica documental de cámara en mano no cumple el objetivo de hacer más real o sensible la historia, y en una historia de drama resulta incluso molesta, aunque los primeros planos si son bastante interesantes y ayudan en las escenas profundas y en la interiorización de los personajes.

Para recordar los hermosos paisajes de las colinas alemanas y las actuaciones soberbias de la mayoría de actores menos de los sacerdotes, pero sobre todo la de Sandra Hüller, hermosa, muy sensible y profunda, una gran calidad en esta actriz formada en el teatro que tiene un aire a Cate Blanchett y que por su interpretación ganó el Oso de plata del festival de Berlín, así como la de Burghart Klaußner actor que interpreta a un padre cariñoso, comprensivo, fuerte y decidido.

Requiem es un claro ejemplo de cuando el llamado cine arte es solo una etiqueta de venta.

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