¿Qué tan graciosa puede ser la muerte?
Mucho, así nos lo demuestra la opera prima de la directora mexicana Mariana Chenillo, que nos cuenta la historia de un suicidio que solo despertará carcajadas y una reflexión, sobre lo que es importante y lo que no.
Todo comienza cuando José, un hombre maduro, ateo y sin ningún interés en los demás, descubre que su ex-mujer ha muerto de una sobredosis de calmantes. Ella, quien vivía en el mismo edificio ha cumplido su cometido luego de 14 intentos de suicidio. Poco a poco José descubre que Nora (la difunta), había planificado toda su muerte al detalle, invitado gente, complicando todo para que se retrasara su entierro y comprado comida para que sea preparada en una cena de celebración del pesaj judío (con un estricto manual de instrucciones que dejó a su empleada doméstica).
La cinta confronta de forma graciosa los pormenores de los ritos judíos con la idiosincrasia cristiana-mexicana y se complementa de forma hilarante con los personajes que José (interpretado por el experimentado Fernando Lujan) deberá lidiar: un rabino orgulloso y radical, un ayudante del rabino servicial y entrometido, el médico que guarda un secreto del pasado, la familia de su hijo quienes están del lado del rabino, una prima cegatona y la fiel, desafiante y al mismo tiempo bondadosa empleada doméstica.
Siendo una comedia negra la cinta trata el tema de la muerte con sutileza y humor, sin caer en las trampas del facilismo sentimental, ni de la exageración. Adicional a la historia base del entierro y de la crítica a los protocolos exagerados, está la historia de cómo un verdadero amor nunca muere a pesar de los años, los secretos y las malas experiencias. José entenderá que el amor sigue vivo y que Nora a pesar de sus errores nunca dejó de amarlo.
Una cinta con mucho estilo, hermosos flashbacks, muy buenas actuaciones, diálogos inteligentes y finos, un despliegue de inteligencia y originalidad que esperamos pueda continuar la directora en su próxima cinta.
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