There Will Be Blood


Esta película es de una belleza tal que puede estar a la altura de obras maestras del cine y porque no ser una de ellas. Paul Thomas Anderson nos deleita con esta historia escrita por él mismo aunque basada en una novela llamada Oil!.

La historia narra el ascenso de Daniel Plainview, un minero de grandes ambiciones que cuenta con suerte durante el boom de petróleo en California y gracias a su trabajo y codicia se convierte en un magnate del mismo. Un ser solitario cuya única meta es ser el mejor, el más exitoso y porque no, el único, sin importar que tenga que hacer ni por encima de quien tenga que pasar él lo logrará. También nos narra su relación con su hijo adoptivo H.W. y su supuesto hermano Henry, pero sobre todo el fino hilo conductor de la historia es su relación con los hermanos Sunday, en especial con Eli, un fanático pastor cristiano tan ambicioso como Plainview pero sin la sagacidad y experiencia de este.
El éxito de Daniel Plainview crece proporcionalmente a su locura y ambición, volviéndolo cada vez más aislado e infeliz y terminando cada una de estas relaciones con dolor y tragedia.

El arte de la película es asombroso, una época reconstruida a la perfección, una aridez que reseca la garganta del espectador, una banda sonora tan estremecedora como los pensamientos de Plainview y unas secuencias cinematográficas inolvidables, para mi gusto la secuencia del incendio en la torre es majestuosamente fotografiado.

De Daniel Day Lewis no se puede esperar menos, un papel sobresaliente y con una personalidad única, producto del estudio y la preparación y una voz que no parece las suya, profunda, simple y sin acentos.

Este director ya nos había sorprendido en cintas como Boogie Nights y Magnolia, pero There Will Be Blood es más que una consagración, un producto que trasciende las taquillas y se quedará para siempre en la historia del cine.

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